Augusto Serrano López y Alfredo Stein Heinemann

1. El proceso apalabrado

          Este libro parte de una posición antropológica desde la que se identifican y derivan los elementos constituyentes de una definición del desarrollo humano: Serrano López, A. y Stein Heinemann, A.: Ciencia y conciencia del cambio. Hacia una nueva visión del desarrollo humano. Publicaciones universidad de Alicante, Alicante 2021.

          En este momento hay suficiente información y suficiente conciencia científica, esto es, conciencia suficientemente fiable de la situación de nuestra sociedad, de nuestra Tierra y de nuestra biosfera. Tenemos noticias de lo que sucede en todo el mundo en tiempo cero. Escuchamos el ruido de las bombas al caer sobre Ucrania, Siria o Yemen del Sur y podemos ver la humareda negra que se levanta desde las ruinas donde yacen escombros y víctimas humanas. Nos ofrecen las televisoras los tornados sobre Texas, y las inundaciones sobre Filipinas o las sequias y los incendios sobre Australia. Padecemos las crisis económicas mundiales tremendas y pandemias universales como la del Covid-19 y nos vemos con dificultades para llegar a fin de mes e incluso para tener techo donde dormir en el primer mundo, a pesar de tener trabajo. Vivimos los del llamado primer mundo rodeados de muros y concertinas por el miedo a la emigración desde el sur, aunque nuestras sociedades necesitan trabajadores dada la baja tasa de natalidad. Por cierto: no sólo de estas cosas pasan por el mundo, porque también se viven día tras día momentos maravillosos, aunque queden opacados por aquellas relaciones globales tan presentes y tan poderosas.

          No vivimos, como se ve, en el mejor de los mundos posibles y eso nos hace preguntar, ¿por qué son las cosas así y no de otra manera, si sabemos ya con saber de ciencia que podrían ser de otra manera, porque esto que tenemos y hacemos ni es necesario ni es conveniente?

          Desde Darwin, Malthus y Lamarck comenzamos a entender la evolución de la vida en sus diferentes géneros y especies cual proceso que se deja explicar como selección natural por la que sobreviven los más aptos, aquellos seres que mejor se adaptan a los cambios y cataclismos de la biosfera, fortaleza que luego se transmite genéticamente y que podemos constatar por la Paleontología en la diferencia existente entre los supervivientes y los que quedaron atrás y se extinguieron.

          Pero por medio de las ciencias también hemos logrado reconstruir la andadura de unas especies que, en algún momento del pasado de la vida, sobrepusieron al proceso de la selección natural otro proceso que, sin eliminar el original, comenzaron a introducir fines dialécticamente contradictorios dando lugar al proceso de hominización, consistente en ir generando más y más herramientas, mediaciones que, a medida que iban satisfaciendo necesidades, les daban grados de libertad y modificaban el medio natural, modificándose a sí mismas como especies, hasta un momento en el que una de esas especies de homínidos, inicia un proceso de humanización y se potencia de tal manera al adquirir dominio entre otras cosas sobre el fuego y sobre los procesos de comunicación, que resultó superviviente como especie y comenzó a producir y a reproducir una segunda naturaleza que, sin anular la primera, constituye desde entonces lo que hoy llamamos nuestra sociedad, el mundo propia y diferencialmente humano en el cual vivimos.

          Este proceso de humanización ha coexistido durante milenios con el proceso de hominización y no está claro que lo haya dejado totalmente atrás, como sugieren algunas interpretaciones de la antropología basándose en la anatomía del ser humano. El homo erectus había alcanzado ya altos grados de libertad al disponer de las manos para la construcción y uso de herramientas, pero hay algo que distingue desde su inicio al proceso de humanización, porque aparece algo rotundamente diferente a los procesos naturales de la selección natural: se comienza a proteger al débil para que no muera de manera diferente a lo que el resto de las especies lo habían hecho. Esto, como veremos, va contra natura, esto es social, es humano y, desde su inicio, entre otras cualidades, va a permitir señalar qué rasgos, qué actividades, qué fines y finalidades, qué mediaciones se pueden inscribir en el proceso de humanización o siguen siendo proceso de hominización. Con otras palabras: nos permitirá distinguir entre lo que es proceso propia y diferencialmente humano, esto es desarrollo humano, y lo que no lo es, por más que sea obra de seres sapiens sapiens

          Porque el proceso de humanización sigue reglas que recorren caminos diferentes sobre la cordillera de la selección natural, pero que se condensan, sobre los cambios genéticos, ante todo culturalmente en los rasgos comunes,  en lo público que es lo que de humanidad heredamos del pasado y dejamos como herencia para el futuro (Hannah Arendt), según una comba de millones de años que va del momento en el que homínidos determinados en algún lugar de la Tierra deciden defender al débil y ayudarle a supervivir, hasta el momento aún en el futuro en el que, ganado el tiempo disponible y la posibilidad del tiempo libre, la humanidad habrá encontrado la patria por la que se ha venido soñando en alas de mitos y utopías desde hace milenios, “cuando la sociedad pueda escribir en su bandera: ¡De cada cual según su capacidad; a cada cual según sus necesidades!”[1]

          Esta historia de la humanidad se gesta como gran relación dialéctica entre unas especies vivas y la naturaleza bruta. Relación que ya tiene nombre. Es la relación dialéctica entre el reino de la necesidad y el reino de la libertad. Dos reinos que han de coexistir, al menos para que el de la libertad o reino de las finalidades humanas pueda persistir y supervivir. Reino imposible de llegar a ser, sin la mediación del pensamiento y de la palabra. Porque es una relación que pasa necesariamente por la conciencia  no solo individual, sino social de lo que se hace en el mundo nuevo construido y del destino de ese mundo, para no caer en la situación de la ingenua paloma de la que habla Kant,[2] que pensaría que podría volar mejor sin la resistencia del aire, olvidando así la ley de su propio vuelo.

          Es la advertencia que nos hace Carlos Marx de la relación entre ambos reinos cuando al final del vol. III de El capital asegura:

          “La libertad en este terreno solo puede consistir en que el hombre sociali­zado, los productores asociados, regulen racionalmente este su intercambio de materias con la naturaleza, lo pongan bajo su control común en vez de dejarse dominar como por un poder ciego, y lo lleven a cabo con el menor gasto posible de fuerzas y en las condiciones más adecuadas y más dignas de su naturaleza humana. Pero, con todo ello, siempre seguirá siendo este un reino de la necesidad. Al otro lado de sus fronteras comienza el despliegue de las fuerzas humanas que se considera como fin en sí, el verdadero reino de la libertad, que sin embargo, solo puede florecer tomando como base aquel reino de la necesidad”[3].

          El olvido de esta relación constituyente lo ha realizado muchas veces la humanidad y aparece con furia desconocida en los últimos trescientos años, en la medida en la que la reproducción material de las condiciones de existencia ha cobrado “carácter darvinista”, introduciendo sobre el reino natural de la necesidad, otro reino ya no de la libertad, sino de la necesidad que convierte la vida humana en lucha por la existencia, en la necesidad de adaptarse a “lo que hay” como mundo necesario, para supervivir, porque se nos presenta sin alternativa, y ya no son las personas, sino las relaciones mercantiles desatadas las que gobiernan como leyes naturales. Solo le faltaba a esta nueva forma de reproducción de la vida que llamamos capitalismo la sanción de la ciencia, y se la dio el Banco Central de Suecia al consagrar la teoría económica actual (que es en varias de sus actuales tendencias portavoz del capitalismo), con un falso premio Nobel, como la única y verdadera ciencia.[4] Ahora hasta la guerra puede aparecer como necesaria para que crezca la industria de las armas, para que la economía crezca y crezca sin cesar, sin importar nada que no sea el mercado y, en última instancia, la ganancia: la vida de la humanidad y la vida en general queda subordinada a un mundo de la necesidad más fiero que el mundo natural, porque aquél permite la adaptación a sus cambios, pero este exige la adaptación a un mundo futuro que él mismo está destruyendo: nos orienta hacia una situación sin escapatoria: porque está cortando la rama en que estamos encaramados.

          Quiere decir que, cada vez que la humanidad olvida esta relación humanizadora constituyente al hacer la guerra, al depredar la naturaleza o al tratar de producir para crecer indefinidamente, reaparece el homínido que aún no ha llegado a entrar en razón.

          ¿Cómo explicar todo esto? ¿Qué es lo que está pasando? En realidad, ¿qué es lo que estamos haciendo?  Porque responder a estas preguntas es imprescindible para lograr entender qué es desarrollo humano y qué no lo es.

2. El lugar donde vivimos

           A través de los diferentes capítulos se recorren las distintas instancias de la casa común para poder anclar esta teoría del desarrollo humano en la biosfera, lugar donde tiene lugar y se produce hasta lograr entender la mutua relación constituyente transformadora tanto del ser humano como de la biosfera.

          Para ello, es necesario dar un rodeo por algo que tiene que ver con la forma en la que el ser humano suele tratar de explicarse los fenómenos naturales, incluida, como no podría ser de otro modo, la evolución de las especies y, en general, la evolución de la vida por medio de la analogía y de la metáfora a partir de las relaciones sociales dominantes.[5] Lo ha hecho siempre y se puede ver en las diferentes ciencias naturales, incluida, como veremos, la Biología.[6]

          En un pasaje harto conocido de los Grundrisse, Carlos Marx, nos dice que no es el pasado, sino el presente la clave de intelección, porque el presente, al haber desplegado más sus potencialidades permite la mirada retrospectiva y no a la inversa al modo ciceroniano de “historia magistra vitae”, que ve el pasado como clave del presente y del futuro:

          “La sociedad burguesa es la organización histórica de la producción más desarrollada y compleja. Las categorías que expresan sus relaciones, la comprensión de su organización, permiten comprender al mismo tiempo la organización y las relaciones de producción de todas las formas de sociedad pasadas, con cuyas ruinas y elementos ella ha sido edificada, de los cuales ella continúa arrastrando en parte consigo restos todavía no superados, mientras que meros indicios han desarrollado en ella todo su significado. En la anatomía del hombre está la clave de la anatomía del mono”.[7]

          Y, sobre todo en varios capítulos de El Capital y en el Manifiesto del Partido Comunista, resalta el salto que en las formas de producción ha dado la humanidad con el capitalismo, haciendo aparecer lo que la cooperación permite otear acerca tanto o más de lo que el ser humano es, lo que podría llegar a ser, porque ha logrado cimas en la producción nunca antes conocidas y, de vivir hoy con nosotros, este hombre de Trier vería que el capitalismo, sin proponérselo (malgré lui, diría), hasta ha conseguido la creación del tiempo socialmente disponible, al poder producir en mínimos de tiempo todo lo necesario para la supervivencia de toda la humanidad, rompiendo como especie la inmediatez en la que nos tenía el reino de la necesidad.[8]

          Y es desde esta perspectiva desde la que señala algo que merece recordar: que el verdadero mundo darwinista se ha desatado con el capitalismo, pues Darwin no ha hecho sino tomar por analogía lo que Malthus describe de la competencia mercantil capitalista, para tratar de explicar la evolución de las especies:   “En cuanto a Darwin que he vuelto a leer, me divierte que diga que aplica también la teoría “malthusiana” a las plantas y los animales, como si la gracia de Malthus no consistiera precisamente en que su teoría no se aplica a las plantas y los animales, sino solamente a los hombres –en progresión geométrica-, por oposición a los animales y a las plantas. Es maravilloso como Darwin reconoce entre las bestias y las plantas a la sociedad inglesa, con su división del trabajo, su libre concurrencia, la apertura de nuevos mercados, los “inventos” y la “lucha por la existencia” de Malthus. Es el bellum ómnium contra ómnium  el que aparece como sociedad burguesa”.[9]  

          “En progresión geométrica” señala Malthus certeramente, porque estamos ya ante una economía de reproducción ampliada que ha cobrado vida propia sobre sus autores y comienza a exigir sacrificios. Es un modo de reproducción de las condiciones de existencia que, una vez “puesto sobre sus pies” al haber generado sus propios supuestos y ya sin enemigo a la vista, aparece como necesario: como nuevo reino de la necesidad al que bien haremos con tratar de adaptarnos, porque no hay alternativa.

          3. Hablando se entiende la gente

          Desde esta actual situación que hemos desglosado a través de las relaciones laborales y políticas, nos hemos vuelto a preguntar algo que ya adelantábamos en “Re-construyendo la ciudad: el espacio público como lugar de diálogo, simetría y trascendencia” (2019),[10] ¿dónde está el nuevo mundo humano que comenzaron a generar aquellos primeros humanos que se irguieron sobre el proceso de hominización protegiendo al débil, que comenzaron a enterrar a sus muertos y comenzaron a vivir del futuro y para el futuro, porque comenzaron a vivir según finalidades? Porque la defensa del débil, del máximamente vulnerable que ahí se creó va mucho más allá de la protección que la manada y la elefanta le dan al recién nacido. Eso es natural. Pero aquí, en el proceso de humanización, se trata de algo contra natura, porque el recién nacido va a abrir sus ojos a un mundo nuevo y diferente que lo va a acunar tanto o más que su propia madre. Es el nuevo mundo, la nueva naturaleza que el ser humano comienza a construir al comenzar a superar la inmediatez (algo que el elefante nunca hace), en tanto produce y reproduce sus medios de vida: se trata de vivir desde una doble protección o doble principio de conservación: el genético y heredado y el social y recibido como regalo al nacer.[11] Se nace a un mundo humano mediatizado ya por la palabra y sólo si se nace a un mundo que reconoce y ampara la vulnerabilidad, se ha nacido a un mundo humano, nota que será en adelante la distintiva de esta nueva especie. Protección que ha de estar ahí disponible para todo el que nace y para todo el que ahí vive o de lo contrario estaremos volviendo hacia atrás.

          Por eso, si desarrollo humano es despliegue de las potencialidades sociales humanas, habrán de quedar consignadas en el ámbito de lo que es común o público, porque ya no es asunto genético, sino cultural. La humanización se va terrenalizando, se va condensando, se va precipitando en lo público, en lo común, en formas sociales.

          Para distinguir esta protección propia y diferencialmente humana al débil, al más vulnerable (al recién nacido, al niño, al anciano, a la viuda, al extranjero, al herido o enfermo, al discapacitado) de la protección que le dan los elefantes al recién nacido, le llamaríamos  “protección apalabrada” y, por así decir, mutuamente acordada, porque se ha realizado con la mediación de la comunicación doblemente articulada desde la que poder comunicar al otro las razones por las que se da este paso contra natura como bueno o como mejor o como conveniente o incluso como justo.          Pero protección al débil es muchas cosas. Es dar seguridad, apoyo, custodia, ayuda, defensa, amparo, abrigo, auxilio, favor, atención, cuidado, garantía, conservación, tutela, sombra, calor, refugio, acompañamiento, escolta, acogida, amparo, asistencia y es, si se hace así, amor por el otro, porque no hay forma de concebir tal suerte de protección si no va acompañada de la apreciación, la empatía y el amor por quien se realiza. Es la explicitación del lema “yo soy, si tú eres” llevado a su máxima potencia. Forma de relación humanizadora, plena y diferencialmente humana que sólo de forma apalabrada, consensuada se puede lograr, porque es y lleva implícita la responsabilidad y los derechos compartidos por el grupo o comunidad.

          Es en adelante, además de uno de los sellas distintivos de la nueva especie que acaba de nacer, una de las varas fundamentales de medir lo que es humano y lo que o no lo es o no lo es del todo o que ha dejado de ser humano. Porque ahí se están implicando varias dimensiones y principios morales y políticos, pero también materiales y tecnológicos apropiados para ello: que esto incluye a todos; que los incluye por igual; que es lo mejor para la comunidad, que es justo, porque ya se puede, al disponer ya de las mediaciones necesarias; que es por ello generador de legitimidad; que el diálogo, la negociación y el consenso es la mediación apropiada para la convivencia entre seres humanos. Es este “lugar” lo que denominamos el espacio público multidimensional incluyente.

          Relación de protección que tendrá que hacerse algún día extensible al reino de la necesidad, al medio vital, cuando, por exceso de intromisión depredadora en la naturaleza y la vulnerabilidad a que la hemos expuesto, se vea la necesidad de incluirla en esta forma de pensar, protegiéndola de nosotros mismos.

          Cuántas cosas habrá aprendido el ser humano a través de su andadura por el método de prueba y error, pretendiendo introducir fines nuevos por mil razones diferentes. Porque no se está satisfecho con lo que ya se tiene y conoce; por puro atrevimiento, etc. Pero, ¿qué se considera error? ¿Qué tipo de resultado se considera error y que se considera acierto? Porque de esa alternativa se trata. En toda finalización hay valoración, y toda finalización es valoración, se introducen valores. Pero introducir valores es un acto social imposible de darse sin la comunicación y no de cualquier tipo de comunicación, sino sólo de aquella que permita valorar, discernir entre al menos dos seres humanos, esto es, comunicación que permita discernir y valorar entre lo bueno y lo malo, lo conveniente e inconveniente, lo justo e injusto, etc. Imposible por medio de comunicación por gestos.

          Es imprescindible la mediación de la palabra que surge del lenguaje de doble articulación o lenguaje proposicional. De modo que la valoración que lleva implícita la finalización, lo que se espera como resultado será error si no satisface lo esperado y acierto si responde y satisface lo esperado. Ya se ve que finalizar no sólo es valorar, es también esperar, vivir de cara al futuro que, de pronto, amplia la existencia de manera explosiva: porque es allí, en lo porvenir donde se va a situar todo lo que deseemos, lo que aún no tenemos, pero que quizás podamos tener, lo diferente y, por qué no, lo mejor. ¿Por qué no se ha entendido que aún los mitos del origen, aquellos mitos que situaban lo mejor en los inicios y que luego se fue deteriorando con el tiempo y que añoran la vuelta al inicio, al paraíso perdido, al vientre materno, no tienen más remedio que pensar la vuelta en algún momento del futuro?

          “Ecos, Cronos, las dos dimensiones que delimitan la existencia, se replantean para las especies que manejan la comunicación, que es el Nexos. Porque cuando la comunicación anexiona virtualmente el espacio, el tiempo de los Actores, los Ecos se amplían y los cronos se dilatan. La extensión del espacio vital y la eficacia de los comportamientos humanos cambian, en función del alcance y de la duración de las señales. Los lugares para la interacción dejan de coincidir con los espacios que se perciben y se experimentan. Y el tiempo de la interacción ya no se corresponde con el que se comparte. Los instrumentos de comunicación remodelan las dimensiones que enmarcan las actividades colectivas. El resultado se refleja en que los grupos humanos tienen más capacidad que sus inmediatos antecesores animales para arraigarse y desarraigarse, para ausentarse y regresar, con tal de que se mantenga el nexo. El refuerzo del vínculo se traspasa de la copresencia a la comunicación; en la misma medida en la que la separación entre los miembros, disminuye las posibilidades de compartir las acciones. Dicha transferencia requiere que el grupo de pertenencia se unifique como un sujeto...En el grupo de pertenencia se subsume la querencia de la territorialidad para quienes han roto los límites del territorio; y de la temporalidad que retorna sobre ella misma, para quienes han desacompasado las experiencias existenciales...En última instancia la aparición y el desarrollo de la comunicación humana siguió siendo un recurso para expandir la vida por otros procedimientos distintos a los que hasta entonces habían funcionado en la Naturaleza”.[12]

          De las muchas notas diferenciadoras que se han señalado entre el ser humano y el animal (el pensamiento, la risa, la fantasía, etc.) es quizás el comenzar a vivir tanto o más del futuro que del pasado o del mismo presente. Porque el mundo al que ingresa al comenzar a generar finalidades va a ser un desafío constante, un remar contra corriente donde no se puede dejar de remar, a no ser que la sociedad logre arribar a ese puerto construido por ella misma donde anclar, porque ha logrado dominar hasta cierto punto al tiempo. Anclaje que podría pensarse (otra vez la ingenua paloma) al acabar con la corriente del agua, con lo que el puerto habría dejado de ser puerto para convertirse en lo que hemos visto en el mar de Mármara: herrumbre de barcos sobre el fondo seco de un mar muerto que añoran sus aguas.

          Finalidades, valores, futuro, grados de libertad, superación de la inmediatez, ¿cómo discernir el camino que humaniza del que deshumaniza? Porque el camino que hominiza parece que comenzamos a tenerlo bastante claro, aún a falta de poderlo fechar con fiabilidad.

          Quizás nunca lleguemos a poder definir lo que es “lo mejor” (y quizás sea bueno así, porque lo perfecto no existe), pero no parece tan difícil señalar lo que es “peor o “lo que es lo peor de todo”, si tomamos como referencia el principio de conservación de la vida y, por supuesto, el principio de conservación de la vida humana sobre la Tierra. Porque, tomando como referencia central la vida y su supervivencia, ¡sin llegar siquiera a la vida buena!, las finalidades comienzan a aparecer como discernibles. Tenemos entonces un criterio de discernimiento que, cual punto de apoyo arquimédico, nos permite señalar lo que es humano y lo que no lo es.

          Y eso hemos comenzado a percibirlo más o menos claramente, esto es, con argumentaciones más o menos fuertes, hace apenas unos días, ¡porque la Declaración Universal de derechos humanos es del año 1948! ¡Y la declaración de Bolivia de los Derechos de la Tierra es del año 2012!

          Son ambas declaraciones revolucionarias en el pleno sentido de la palabra, como lo fue la “revolución copernicana”, porque  nos permiten ir hacia atrás al remoto pasado y, desde allí, rastrear todo lo que hemos venido haciendo, pero ya con criterios para discernir cuándo hemos actuado como seres humanos sapiens sapiens de verdad y cuándo hemos actuado como casi animales o aún peor que las fieras o como “idiotas” en el sentido clásico heracliteano: gentes egoístas que se pasan mirándose el ombligo y no perciben la red de relaciones que los envuelve y de la que dependen.

          Con esta nueva publicación, esperamos haber propiciado una seria discusión acerca de lo que estamos viviendo y acerca de las alternativas a un mundo que parece haber puesto su última meta en la producción por la producción y en la ganancia.

[1] Marx, K.: Crítica del programa de Gotha. En Obras Escogidas, tomo II, Ed. Progreso. Moscu,  1955, pág. 16.

[2] «Die leichte Taube, indem sie im freien Fluge die Luft teilt, deren Wiederstand sie fühlt, könnte die Vorstellung fassen, dass es ihr im luftleeren Raum noch viel besser gelingen werde»(La ingenua paloma, en tanto en vuelo libre cruza el aire cuya resistencia siente, podría llegar a la representación de que volaría mejor en un espacio libre de aire) (Kant, I.: Kritik der Reinen Vernunft: Einleitung B, Felix Meiner Verlag, Würtzburg 1956; pág. 43).

[3] Marx, C. O.c., volumen III,; pág.759.

[4] Véase Torres López, J.: Econofakes, Deusto, Bilbao, 2021.

[5] Véase Serrano López, A.: Por los caminos de la ciencia. Una introducción a la epistemología política. UPN, Tegucigalpa 2010.

[6] Por si hubiese duda de la presencia de la analogía y de la metáfora en las ciencias, he aquí unos ejemplos que bastarían para satisfacer al más exigente: "En la astronomía, la cosmología y la física hay antorchas, focos de manchas, coronas, vientos solares, luz zodiacal, ruido galáctico, radiación de frenado, gran explosión originaria, campos gauge, agujeros negros (una expresión que debemos a J. A. Wheeler), nubes oscuras, líneas prohibidas, gigantes rojos, enanas blancas, fuentes estelares de rayos X, púlsares, galaxias enanas, cúmulos globulares, nebulosas en espiral, agujeros de gusano, radiación negra, ruido blanco, cuerdas y supercuerdas, espacio curvo, dimensiones enrolladas, quiralidad, familias de partículas, aniquilamiento de pares, partículas confinadas, extrañeza, túneles cuánticos, sopa cuántica y quarks (así llamados por Murray Gell-Mann según el Finnegans Wake, de Joyce; se distinguen entre los quarks los strange, top, botton, up, down y charm, rojos, verdes y azules). Los matemáticos conocen raíces, fibras, gérmenes, haces, gavillas (Garben), envolventes, nudos, lazos, bucles, rayos, banderas y pabellones (Flaggen), trazas, casquetes en cruz, cuerpos y subcuerpos, familias, esqueletos, ideales maximales, principales y nulos, anillos, ermitaños, monstruos, caminos aleatorios, líneas de fuga, grupos infinitamente generados, variedades, conjuntos vacíos, preimágenes, puntos umbilicales, líneas de máximo declive, bordes de puente, colas de golondrina, filtros, nudos salvajes, grupos de trenzas, números túnel, polvo de Cantor, diamantes de Hodge, Stukas, mariposas y patos..." (Hans Magnus Enzensberger: Los elixires de la ciencia. Anagrama, Barcelona 2002; págs. 273-274).

[7] Marx, K.: Líneas fundamentales de la crítica de la economía política (Grundrisse). Vol.I, Crítica. Barcelona 1977; pág. 29.

[8] No se vaya a interpretar mal lo anterior. Decimos, y es un hecho corroborable, que en estos momentos ya existe la capacidad para producir los bienes necesarios para todos sin que nadie se quede fuera, pero otra cosa es la distribución de esos bienes producidos que tienden a acumularse en pocas manos y hacen que el tiempo disponible tampoco se distribuya y sea maldición para todos los que se quedan fuera.

[9] Marx, K..: Carta a Engels, 1867. El Capital. O.c. pág. 667.

[10] Serrano López, A. y Stein Heinemann, A: Re-construyendo la ciudad. El espacio público como lugar de simetría, diálogo y trascendencia, Publicaciones Universidad de Alicante y Universidad Nacional de Honduras, 2019.

[11] No hay que olvidar que la finalización como “despegue de la naturaleza”,   genera una nueva vulnerabilidad, riesgo al que tendrá que responder el ser humano socialmente , no individualmente.

[12] Martín Serrano, M. : Teoría de la comunicación: la comunicación, la vida y la sociedad. Madrid 2007; págs. 277,78 y 79.

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